Bajo el cielo de este mayo de colores grises, transparentes, surge la brisa que con suave mimo acaricia.
Nos muestra la calma dónde habita el alma.
Todo fluye, con sentido o sin sentido, pero fluye desde el paraíso perdido.
Experiencias terrenales dan la madurez de una alegría serena, sin dejar de aprender que cada día se muestran diferentes colores y que en todos ellos la lección asoma para darte aroma de aprendiz en el camino, que sin saber el destino, nos dejamos llevar más allá de la loma.
Juventud desenfrenada hace mella en nuestra alma, madurez adquirida elimina las heridas.
Es el rostro del maestro que ha vivido, el que alberga la alegría de saber que aún le quedan por superar algunas pruebas cada día, es el brillo en ese rostro de discípulo que se levanta cada mañana sonriendo a la gracia divina y dando gracias por poder poner en práctica la sabiduría y así elegir el camino que le lleva a encontrar...su propia guía!
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